Maridajes para estas fiestas: tradición, territorio y los vinos de Bodegas J. Fernando
En estas fechas en que las cocinas del país se encienden con un pulso más cálido, nos permitimos recuperar un clásico que nunca cansa: ideas de maridajes para estas navidades con algunos de los vinos más emblemáticos de Bodegas J. Fernando. Nos gusta pensar este artículo como una mesa larga, bien dispuesta, en la que conviven la despensa castellano-leonesa y la rusticidad elegante de La Mancha, siempre dispuestos a adoptar nuevas influencias y convertirlas en celebración.
Porque estas semanas invitan a brindar, conversar y saborear. Y qué mejor manera de hacerlo que hilando un pequeño recorrido gastronómico que acompañe platos tradicionales con algunos de nuestros vinos que llevan en su ADN el carácter del viñedo y la precisión enológica de la casa: J. Fernando Verdejo Rueda, Sauvignon Blanc 2024 Rueda, Viñedos de La Cuesta y Flor Salvaje Frizzante.
Entrante: frescura que abre camino con J. Fernando Verdejo Rueda
Empezamos el menú con uno de los blancos más reconocibles de la bodega: el J. Fernando Verdejo Rueda, un vino que conjuga vivacidad aromática, notas herbales y una acidez precisa que despierta al paladar sin estridencias. En su estructura reconocemos la pureza de la variedad, la luz franca de la meseta y el equilibrio que solo Rueda sabe ofrecer.
Para él proponemos un maridaje arraigado en la tradición castellano-leonesa: una ensalada templada de setas de temporada y queso de Valdevimbre, donde la textura suave del queso se encuentra con la frescura del verdejo sin que ninguno domine. También funciona de maravilla con un bacalao al ajoarriero, cuya intensidad se equilibra con la tensión del vino y permite que ambos respiren en armonía. Este tipo de blanco, vibrante y directo, sabe sostener platos donde la memoria y la sencillez dominan.
En clave más ligera, para quienes prefieran algo más clásico y tradicional, pueden optar por unas gildas castizas o unas croquetas de jamón finamente elaboradas; el verdejo actúa como un hilo conductor que limpia, acompaña y realza.
Segundo entrante: el carácter aromático del Sauvignon Blanc 2024 Rueda
Avanzamos hacia un vino con un perfil más expresivo: el Sauvignon Blanc 2024 Rueda. Aquí entran en juego los matices tropicales, los toques cítricos y la fragancia vegetal que caracterizan a la variedad cuando se cultiva con rigor. La cosecha 2024 demuestra una precisión aromática que nos permite elevar ligeramente la intensidad del menú.
Si hablamos de gastronomía leonesa, es inevitable pensar en una cecina de León finamente cortada, o unos embutidos tradicionales de la tierra, que con su punto ahumado y salino crea un contraste delicioso con la fruta del vino. También podemos acudir a un pulpo a la plancha con pimentón suave, donde el toque especiado se abraza a la acidez del sauvignon sin perder identidad.
Para quienes quieran aportar algo más urbano, unas tapas de torreznos crujientes encuentran en este vino un aliado que limpia la boca y amplifica la experiencia. El juego entre textura y frescor resulta especialmente interesante.
Plato principal: la elegancia de Viñedos de La Cuesta
El corazón del menú lo reservamos a J. Fernando Viñedos de la Cuesta, un vino que porta un carácter más profundo, una estructura más envolvente y una lectura más pausada del terruño. Aquí hablamos de un tinto que merece protagonismo y conversación: aromas de fruta madura, un paso sedoso y una madurez que nunca abruma. Es el vino que invita a la sobremesa larga y a las historias que se cuentan sin prisas.
La gastronomía castellano-manchega ofrece un abanico irresistible para él. Imaginemos un cordero asado al estilo segoviano, con esa ternura que solo ofrece el fuego lento; o unas gachas manchegas con toque de pimentón, donde la intensidad se integra con la profundidad del vino sin resultar excesiva. También un tradicional pisto manchego, coronado con un huevo de corral, crea un diálogo delicioso: vegetal, suave y a la vez contundente.
Quienes busquen una opción guisada a fuego lento pueden elegir un rabo de toro estofado, cuyo carácter meloso se entrelaza con la estructura del vino generando una sensación redonda, casi ceremoniosa.
Final dulce y chispeante: Flor Salvaje Frizzante
Para cerrar el menú, nada mejor que el gesto lúdico pero delicado de Flor Salvaje Frizzante, un vino pensado para el disfrute espontáneo, fresco, ligeramente dulce y con un burbujeo amable que actúa como broche ligero después de una comida amplia. Su espíritu juvenil no le resta interés; al contrario, convierte el final en una pequeña celebración.
El frizzante encuentra su lugar junto a postres tradicionales de la sobremesa castellana: unas peras al vino tinto, una tarta de queso cremosa o una torrija caramelizada funcionan como contrapunto a la frescura de Flor Salvaje. También encaja de maravilla con una tabla de quesos suaves o incluso con un bizcocho casero de almendra. Su versatilidad permite que este vino encuentre acomodo tanto en lo dulce como en pequeños bocados salados que agradezcan un toque chispeante.
Un brindis final: tradición, innovación y sentido del lugar
Con este menú queremos recordar que los vinos de Bodegas J. Fernando nacen con un propósito claro: acompañar momentos, enriquecer la mesa y ofrecer un reflejo auténtico del viñedo del que proceden. Desde el Verdejo Rueda más vibrante hasta la sutileza burbujeante de Flor Salvaje, cada vino propone un pequeño viaje gustativo que dialoga con la gastronomía de Castilla y León, Castilla-La Mancha y, cómo no, con esa gastronomía de la Meseta Central que adopta y reinterpreta lo que toca.
Invitamos a disfrutar, a compartir y a brindar. Porque las fiestas, más que un calendario, son una forma de estar juntos. Y si hay vino, que sea con intención.